Querida:
Hoy
estoy más caliente que un caballo reventado de tanta carrera. Necesito que
vengas y que me acaricies con tu mano, con el contacto tu piel sedosa pegada a
la mía. Quiero que me acaricies con tu mirada, que me mires con complicidad,
con seducción, de esa forma que sólo tú sabes hacer. Quiero que me comas entero
a besos, sin dejar hueco en ninguna parte, que me chupes y me sobes todo lo que
encuentres por el camino. Quiero derretirme por ti.
Mírame,
y acaríciame con tu pensamiento, acaríciame con tus ojos, y que sean suaves y
cariñosas las caricias de tus manos. Quiero sentir tus dedos y tu lengua
explorando toda mi piel. Acaríciame también con los pezones de tus tetas. No pares de acariciarme y de lamerme
suavemente, es tan agradable la sensación que siento, me relaja y me excita
tanto al mismo tiempo, y yo quiero sentirme como un pajarillo que vuela alto,
mientras se olvida de todo.
Acaríciame
por completo, y luego, coge la pluma y escribe por toda mi piel: escríbeme
poemas, escríbeme todo lo que sientes, como si lo tatuaras sobre mi piel, y
luego léemelo una y otra vez, para saber qué es eso que sientes por mí, qué es
lo que piensas de mí. Tómame y hazme tuyo, haz que me sienta muy tuyo, hasta
que nos saciemos por completo y nos quedemos dormidos.
Por
eso esta noche te espero ansioso en nuestro refugio secreto. No faltes, cariño.
Te
quiere y te desea con todo fervor tu amante, le Vizconde du Valmont.
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